· Tácticas blandas en viviendas de superficie reducida ·
Alejandro Rebollo Cortés
· Tácticas blandas en viviendas de superficie reducida ·
Alejandro Rebollo Cortés
Resumen.
Todavía en el siglo XXI, las viviendas continúan sin ser capaces de adaptarse a las necesidades cambiantes inherentes al ser humano y a la demanda de integrar nuevas funciones. Tampoco están pensadas para configuraciones habitacionales que se alejen del modelo de familia nuclear tradicional, más característico del siglo pasado. Todo ello deviene en un problema mayor en viviendas de superficie reducida, donde la capacidad de adaptabilidad es más acotada. Para conseguir esto sin sacrificar cuestiones como la salubridad, la privacidad o la eficiencia, los arquitectos tienden a predefinir un número inevitablemente limitado de configuraciones posibles, apoyándose en elementos divisorios móviles o mobiliario transformable, cuya complejidad técnica supone un obstáculo para la flexibilidad futura. Entonces, ¿es posible ceder al usuario el control absoluto de los procesos configurativos de su vivienda cuando la superficie es escasa?
Para responder a esta pregunta, se realizará un recorrido por conceptos relacionados con la capacidad de cambio de las viviendas, específicamente la flexibilidad, la adaptabilidad y las tácticas duras y tácticas blandas de diseño, con el objetivo de desvelar qué dificultades plantean y desgranar en qué aspectos favorecen o perjudican una óptima relación entre los habitantes y su hogar. Por su parte, se explorará qué elementos rígidos, en particular la estructura, el acceso, las instalaciones o los huecos en fachada, y qué elementos mutables, tales como las particiones interiores, las puertas o el mobiliario, posibilitan, impiden, determinan, condicionan o estructuran la capacidad de la vivienda de adaptarse a las necesidades de los usuarios.
A partir de un enfoque de diseño indeterminado y pasivo, en el que se esbozan espacios sin características distintivas que inviten a un uso específico, se puede otorgar al inquilino el protagonismo de las decisiones de cómo habitar su hogar. Sin embargo, es necesario advertir la ineficiencia que puede acarrear la inespecificidad, y cuidar tanto los elementos que permanecerán inmutables a lo largo del tiempo como aquellos susceptibles a la transformación, pues en su conjunto construyen el escenario donde nuestra vida evoluciona.
A la hora de proyectar viviendas de superficie reducida, esto supone poner el foco no únicamente en la distribución de los espacios o en su tamaño, sino también en aquellas otras características que afectan a una efectiva neutralidad del espacio. Es decir, diseñar espacios dúctiles, espacios cuyas características —como la iluminación, la temperatura, el color, la textura, la proporción, la privacidad, las vistas, la forma u otras— les permiten acoger multiplicidad de funciones. De manera que esto permita entregar a los usuarios la libertad y la competencia para alterar los usos de su vivienda sin más condicionante que su propio deseo.
Palabras clave.
Adaptabilidad, flexibilidad, tácticas blandas, ductilidad, vivienda.
* Imagen de portada: Ilustración de Charles y Ray Eames.
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Introducción.
En el último año, en un contexto pandémico y de reclusión en el que ha aumentado el tiempo que permanecemos en casa, los hogares han necesitado convertirse en más que eso absorbiendo funciones usualmente fuera de él, tales como el trabajo, el deporte, el ocio, o el contacto con la naturaleza o con otras personas. Vuelve así a evidenciarse la incapacidad de las viviendas de adaptarse a las necesidades cambiantes inherentes al ser humano y aquellas propias de un mundo globalizado y veloz. Esto es un problema mayor cuanto menor es la superficie de la vivienda. En España, aproximadamente un 3% de las viviendas construidas no supera los 15 m2 útiles por persona, según el Instituto Nacional de Estadística; porcentaje que aumenta hasta un tercio del total cuando la superficie es menor a 30 m2 útiles por persona (1).
Por otro lado, la unidad de vivienda estándar, compuesta por salón, cocina, baños, dormitorio principal y dormitorios secundarios, está pensada para el núcleo familiar tradicional, integrado por padres e hijos. Este rígido modelo de vivienda no es apto para configuraciones habitacionales distintas que respondan a diferentes unidades de convivencia, y tampoco es capaz de transformarse en el tiempo conforme a la evolución propia de una familia.
Se hace necesario aclarar primero qué es la flexibilidad. En ella existe implícita una capacidad de ser; como ya apuntaban Xavier Monteys y Pere Fuertes, la flexibilidad es una “cuestión de potencialidad” (2). Aplicada a la vivienda, podemos hacernos eco de la definición que proponen Jeremy Till y Tatjana Schenider en su artículo Flexible housing: the means to the end (3) y entender la vivienda flexible como aquella capaz de adaptarse a los cambios en las necesidades de los usuarios a lo largo del tiempo.
Robert Venturi sugiere dos posibles enfoques en lo que a flexibilidad se refiere, la flexibilidad física y la flexibilidad perceptiva (4), que podemos poner en paralelo con los enfoques de flexibilidad determinada e indeterminada, respectivamente, expuestos por Till y Schneider en el artículo mencionado anteriormente. Desarrollar una vivienda cuyas habitaciones no estén predestinadas a un uso concreto a causa de su tamaño, forma o posición rompe la jerarquía tradicional de estos espacios, y otorga a los usuarios las llaves del diseño, lo que permite una flexibilidad mayor en el futuro; en palabras de Venturi, “la ambigüedad válida fomenta la flexibilidad útil” (5).
Sin embargo, Till y Schneider plantean que “el diseño suave [que permite cierta indeterminación] generalmente exige más espacio, incluso algo de redundancia, y se basa en un enfoque relajado tanto de la planificación como de la tecnología, mientras que el diseño duro [que determina específicamente cómo un espacio puede ser utilizado] generalmente se emplea cuando el espacio es escaso y una misma habitación necesita ser multifuncional” (6). Pero ¿qué obstaculiza la ejecución de tácticas blandas en espacios reducidos? En ellos, ¿es posible ceder al usuario el control de los procesos configurativos de la vivienda sin poner en peligro su salubridad? En lo que sigue se tratará de dar respuesta a estas cuestiones, y buscar la manera de otorgar a los espacios polivalencia y versatilidad sin estribar en su cuantía, sino en sus cualidades físicas y ambientales.
Tácticas duras frente a tácticas blandas.
Generalmente, el primer paso del arquitecto para lograr la flexibilidad es plantear un número irremediablemente limitado de posibles escenarios, cada uno de los cuales es resuelto de una manera específica. Esto supone una acumulación de muchos proyectos en uno que acaba siendo resuelta mediante transformaciones totalmente acotadas y predefinidas de los espacios, ya sea a través de particiones móviles o de mobiliario configurable pero de gran tamaño.
Este enfoque determinista es lo que Till y Schneider definen como “tácticas duras” de diseño y se corresponde con una flexibilidad física, basada en la tecnología y la construcción, cuyo control recae en el arquitecto. Además, su flexibilidad futura queda comprometida al restringirla a la suerte de posibles escenarios que el arquitecto planteó en su día con mayor o menor acierto, o por la dificultad añadida de desplazamientos no tan sencillos de los elementos divisorios móviles que acaban por permanecer estáticos y que, además de no aislar suficientemente del ruido, provocan el descontento de los inquilinos.
Podemos nombrar la Casa Schröder (1924) de Rietveld como paradigma de esta estrategia. O, por citar alguno más reciente y quizás menos restrictivo, el proyecto de 64 Viviendas sociales en Carabanchel (2005) de María José Aranguren y José González Gallegos (Fig.01), en el que las viviendas cuentan con un gran espacio que puede ser subdividido por tabiques móviles, resultando en habitaciones más pequeñas pero cuyo acceso independiente está garantizado por un pasillo estructurante y elevado que oculta las camas bajo él.
Fig.01
Un planteamiento diferente propuesto por los autores es conseguir la flexibilidad siguiendo “tácticas blandas” de diseño. Aquí el arquitecto proyecta espacios indeterminados, neutros y ambiguos, sin jerarquía definida, sin especialización y sin características distintivas que los hagan idóneos o inadecuados para un uso específico. Este enfoque pasivo entrega el protagonismo al usuario, quien toma con mayor libertad las decisiones de cómo usar un espacio. A su vez, facilita una adaptabilidad futura al no depender de elementos con complejidad técnica.
Sin embargo, este método no está exento de riesgos. La inespecificidad puede conllevar ineficiencia, y trasladar a un segundo plano cuestiones nada baladíes como la privacidad o la salubridad, entre otras. No obstante, no deja de ser ésta una preocupación en cierto modo paternalista.
Un ejemplo extremo son los lofts, en los que todas las funciones de la casa coexisten en un único espacio diáfano y cuya zonificación por usos queda definida, principalmente, por la disposición del mobiliario. En contraposición a este espacio fluido, Xavier Monteys propone la casa de habitaciones iguales (7), una vivienda cuyas habitaciones son de tamaños similares, sin jerarquía definida y sin un centro dominante, con más puertas de las habituales y con pasillos cuya función no es únicamente la de paso, y en la que importa más la forma de ocupar sus espacios que su diseño. Un ejemplo de esta alternativa es el proyecto de viviendas 1737 Gavá, actualmente en construcción, de HARQUITECTES (Fig.02). Aquí las viviendas se organizan en tres pastillas longitudinales: en el exterior se encuentra la terraza, en el centro se desarrolla el programa, y hacia el patio interior se sitúa la circulación. La pieza central se compone de módulos de proporciones y superficies exactamente iguales, que no invitan a un uso en particular y por tanto permiten a los habitantes decidir libremente su función, ya sea la de salón, cocina, dormitorio o cualquier otra. Además, la pieza de circulación, que incluye espacios de almacenamiento y los aseos, adquiere una dimensión suficiente que le permite asumir funciones complementarias a las de comunicación.
Fig.02
Elementos rígidos frente a elementos mutables.
Si bien, a priori, cabría pensar que los elementos rígidos que encontramos en la vivienda suponen un impedimento para alcanzar la flexibilidad, un diseño consciente tanto de estos como de aquellos que sí permiten su transformación favorecerá la capacidad de adaptación a futuras necesidades de los usuarios.
Pero antes de definir cada uno de estos elementos, conviene señalar dos principios que ayudarán a lograr el objetivo que aquí se plantea: el principio de diafanidad y el principio de modularidad. Si imaginamos un espacio diáfano en comparación a otro de igual tamaño y proporciones pero con un elemento fijo en el interior, encontramos que en el segundo caso existe un condicionante que impedirá distribuirlo de forma plenamente libre y, en consecuencia, influirá en las decisiones de cómo utilizar dicho espacio. De igual manera ocurrirá en un espacio con varios elementos fijos en su interior distribuidos de forma heterogénea si lo comparamos con otro igual pero cuyos elementos se encuentran distribuidos homogéneamente.
Siguiendo estos principios, es conveniente situar los soportes estructurales en el perímetro exterior y en las particiones entre viviendas. Cuando no sea posible salvar las luces que se produzcan, una disposición equilibrada en planta resulta menos condicionante.
En los cuartos húmedos, la situación de las bajantes o la ventilación es inalterable y determinante, y cualquier intervención en el resto de elementos que los conforman requiere mano cualificada. Con lo que su posición debe ser también estratégica, no sólo desde el punto de vista del espacio que resta en la vivienda, sino también con respecto a su accesibilidad y los recorridos que se puedan producir. En cuanto a las instalaciones de electricidad o climatización, puede optarse por un sistema plug-in con una distribución perimetral o central ramificada, que garantice su servicio a cualquier punto del hogar.
En lo concerniente a los huecos en fachada, se debe poner el foco en tres cuestiones: sus dimensiones, la proporción entre hueco y parte ciega, y su distribución. Una ventana longitudinal dificulta la subdivisión del espacio interior; por su parte, una ventana vertical tipo balconera puede entorpecer la disposición del mobiliario. Mientras que una distribución caprichosa de los huecos supedita una subdivisión de espacios interiores de diferentes tamaños, una distribución rítmica favorece una mayor libertad en la compartimentación interior, además de permitir una disposición modulada de los espacios. Ejemplo de esto último son las Oficinas para la Consejería de Fomento y Vivienda de la Junta de Andalucía (2015) de Cruz y Ortiz (Fig.03).
Fig.03
El acceso principal y los recorridos que se producen en la vivienda también influyen en los usos que se asignan a los espacios. En los proyectos de Aranguren y Gallegos y de HARQUITECTES mencionados anteriormente se aprecia una clara direccionalidad que arranca en el acceso a la vivienda y muere en lo más profundo. Esta forma de organizar los espacios en espina de pez determina los diferentes grados de privacidad que las estancias adquieren y condicionará la función que los usuarios les asignen en el futuro. Una organización diferente que no condiciona tanto la privacidad es una distribución en abanico. Es el caso de las viviendas en el complejo Les Buffets (1954-1959) en Fontenay-aux-Roses de Guy Lagneau, Jean Dimitrijevic y Michel Weill en colaboración con John Perrottet (Fig.04). La situación del acceso a la vivienda, que se realiza en una posición próxima al centro, y los múltiples recorridos posibles otorgan mayor independencia a las estancias. Una maniobra así podría permitir configurar otra vivienda dentro de la original en caso de que algunos miembros de la unidad de convivencia requieran mayor autonomía o intimidad.
Fig.04
Las particiones interiores pueden ser reemplazadas por tabiquería móvil que permita alterar el tamaño y forma de las habitaciones y, en consecuencia, su uso. Sin embargo, puede resultar una maniobra tediosa que derive en una utilización únicamente a medio o largo plazo, y en el peor de los casos, que estas divisiones acaben por permanecer estáticas. Colocar varias puertas que comuniquen los recintos, en lugar de un único acceso desde un espacio distribuidor, permite relacionar estos espacios entre sí mediante una operación tan sencilla como abrir o cerrar una puerta.
El mobiliario, la decoración y demás objetos de la casa son los componentes con mayor capacidad de edición y personalización de la vivienda, “describir estos elementos es como describir el carácter de la casa y, aún más, los rasgos de sus propietarios” (8). Permiten caracterizar los espacios de forma que nos apropiemos de ellos y nos identifiquemos en ellos. También tienen la capacidad de definir diferentes zonas dentro de un mismo recinto, y la facilidad de eliminación, adición o movimiento favorecen la versatilidad del espacio. En el Estudio de Tecnología y Workshop del Instituto de Kanagawa (2010) de Junya Ishigami (Fig.05), la distribución azarosa de los pilares organiza, en primera estancia, el espacio en zonas, sin necesidad de paredes; pero es el tipo de mobiliario y su disposición los que acaban por definir sus funciones.
Fig.05
Tácticas blandas en viviendas de superficie reducida. Qué problemas se plantean y por qué.
La reducida superficie impide que los cambios que la vivienda es capaz de asumir sean de gran calado o de proyección a largo plazo. Subdividir un espacio ya de por sí pequeño imposibilita añadir nuevas habitaciones a la vivienda. Esta obviedad se traduce en las siguientes dos consecuencias. La primera, la vivienda no acompaña la evolución de la unidad familiar. La segunda, un mismo espacio debe asumir diferentes funciones. Esto último demanda un minucioso estudio de los hábitos diarios e implica cambios a corto plazo, los más evidentes los correspondientes a los usos durante el día frente a los usos durante la noche.
Como hemos visto, los principales elementos que dificultan una flexibilidad total de la vivienda son los cuartos húmedos, la estructura, los accesos y la iluminación natural, pues son aquellos que no se pueden modificar con el paso del tiempo. Una buena organización de éstos en el diseño original, por parte del arquitecto, puede lograr mejores características de las áreas restantes para otorgar al usuario una mayor libertad en el futuro. Sin embargo, una menor superficie en la vivienda entorpece la tarea, pues el mayor porcentaje de superficie que ocupan los cuartos húmedos y los accesos con respecto al total, y la probable menor superficie de fachada y menor soleamiento, condicionan enormemente el espacio remanente. Por lo que, con el fin de asegurar la salubridad del diseño final, los arquitectos tienden a predefinir las configuraciones finales posibles, que serán finitas, eliminando así el protagonismo del usuario y limitando la adaptabilidad de la vivienda a sus demandas.
La ductilidad del espacio. Otras vías de adaptabilidad.
Jaime Coll López comenta que la adaptabilidad de la vivienda siguiendo técnicas blandas “se puede conseguir de dos maneras: dejando un gran espacio sin distribuir (…) o definiendo espacios neutros, habitaciones iguales sin uso predefinido” (9). Para fomentar la ambigüedad de las piezas de la casa, Xavier Monteys y Pere Fuertes proponen incidir “en su tamaño, en la posición que ocupan o en la relación que guardan entre sí” (10). Ambos planteamientos se dan desde un punto de vista organizativo de las funciones del hogar, su ubicación y de las relaciones entre los distintos espacios. Pero dejan al margen características como la temperatura, el color, la textura, la orientación, la proporción, la privacidad, las vistas, la forma, y otras que afectan no a la distribución, sino a cómo se habita dicho espacio.
Existe entonces otra dirección en la que pueden trabajar los arquitectos y que a su vez permita a los habitantes la toma de decisiones: diseñar espacios dúctiles, espacios cuyas características permitan acoger multiplicidad de funciones. Esto es, trasladar de forma accesible los beneficios de la modularidad de las dimensiones y de las funciones primarias de la vivienda a propiedades que promuevan otras no tan evidentes pero exigibles o eventuales, con el fin de solventar las necesidades físicas, ambientales y psíquicas de cada momento, y de conseguir un confort óptimo para un amplio abanico de usos y formas de habitar que el usuario pueda requerir.
Referencias
(1) Instituto Nacional de Estadística (1 de Enero, 2019). Encuesta continua de Hogares. Número de hogares según tamaño del hogar y superficie útil de la vivienda [Base de datos]. https://www.ine.es/jaxi/Tabla.htm?path=/t20/p274/serie/def/p01/&file=01006.px (consultado el 28 de enero de 2021)
(2) Xavier Monteys y Pere Fuertes, Casa Collage (Barcelona, Gustavo Gili, 2014), 50.
(3) Jeremy Till y Tatjana Schneider, “Flexible housing: the means to the end”, Architectural Resarch Quarterly 9, no. 3-4, Septiembre, 2005, 287-296.
(4) Robert Venturi, Complejidad y contradicción en la arquitectura (Barcelona, Gustavo Gili, 1978), 53.
(5) Venturi, Complejidad y contradicción en la arquitectura, 53.
(6) Till y Schneider, “Flexible housing: the means to the end”, 287-296.
(7) Xavier Monteys, “La casa de habitaciones iguales”, Quaderns D'Arquitecture i Urbanisme 265, 2013, 42.
(8) Monteys y Fuertes, Casa Collage, 16.
(9) Jaime Coll López, “Determinación vs indeterminación en el espacio doméstico. Los límites de la flexibilidad”, Rita: Revista Indexada de Textos Académicos 10, 2018, 64.
(10) Monteys y Fuertes, Casa Collage, 52.
Bibliografía
Coll López, Jaime. “Determinación vs indeterminación en el espacio doméstico. Los límites de la flexibilidad”. Rita: Revista Indexada de Textos Académicos 10, 2018, 64-71.
Instituto Nacional de Estadística (1 de Enero, 2019). Encuesta continua de Hogares. Número de hogares según tamaño del hogar y superficie útil de la vivienda [Base de datos]. https://www.ine.es/jaxi/Tabla.htm?path=/t20/p274/serie/def/p01/&file=01006.px (consultado el 28 de enero de 2021)
Monteys, Xavier. “La casa de habitaciones iguales”. Quaderns D'Arquitecture i Urbanisme 265, 2013, 42-44.
Monteys, Xavier, y Pere Fuertes. Casa Collage. Barcelona: Gustavo Gili, 2014.
Till, Jeremy, y Tatjana Schneider. “Flexible housing: the means to the end”. Architectural Resarch Quarterly 9, no. 3-4, Septiembre, 2005, 287-296.
Venturi, Robert. Complejidad y contradicción en la arquitectura. Barcelona: Gustavo Gili, 1978.